El Real Madrid logró lo imposible. Otra vez una remontada histórica de un equipo que en la Champions no sólo es el rey, sino que es un rey inmortal. Bendito sea el equipo blanco por sus milagros y bendito sea el Bernabéu, un estadio capaz de hacer entrar en trance a sus jugadores, que dieron la vuelta al partido en los dos últimos minutos con un doblete de Rodrygo. Ya en la prórroga, con la locura campando a sus anchas por el césped, Benzema hizo el tercero, de penalti, el gol que llevaba al Madrid directo a la final de París.
La liturgia se había completado. Recibimiento en masa, invocaciones a Juanito y toneladas de fe madridista. El conjuro estaba en la marmita y el Bernabéu resuelto a vivir otra noche de magia blanca de esas con las que está escrita la historia de la Champions. Tocaba remontada y el Real Madrid conocía la partitura. También Ancelotti, que a veces toca de oído pero como viejo director de orquesta ha asistido a muchos conciertos.
El técnico madridista rascó los dos puestos que le bailaban en la alineación y le salieron los nombres de Nacho y Fede Valverde. Alaba, aunque en la convocatoria, no llegaba para el partido del año, así que el Real Madrid volvía a encomendarse al dúo Militao-Nacho y que fuera lo que Dios quisiera. Valverde, por su parte, le ganó el mano a mano a Rodrygo, reservado como revulsivo en un partido que pintaba largo.
Sin novedad en el resto de la alineación del Real Madrid con los otros nueve nombres que ustedes se saben como el padrenuestro. Guardiola se tenía muy calladita la vuelta de Walker al lateral derecho, así que pudo disponer de su once de gala con el regreso de Cancelo, que tampoco estuvo en el Etihad, al otro costado. Estaban todos: Rodri, De Bruyne, Bernardo Silva, Mahrez, Foden y Gabriel Jesús. Equipazo.
Pero el Bernabéu tenía fe y eso vale casi medio gol. El otro medio debería marcarlo el Real Madrid y así ya tendríamos la prórroga. Entre estas y otras divagaciones y cuentas de la vieja me pilló el inicio del partido. Apretó el Madrid como si no hubiera un mañana. Respondió el Manchester City adueñándose de la pelota, su mejor argumento. Pero la primera fue para Benzema, que cabeceó arriba un centro medido de Carvajal antes de los cinco minutos.
Pintan bastos en el Bernabéu
Casemiro se llevó puesto en el minuto 7 a De Bruyne en una entrada que era amarilla de libro. Orsato se inhibió y Laporte llegó en plan perdonavidas. Se topó con Modric y el colegiado italiano resolvió el asunto con una tarjeta para cada uno. Curiosamente, Casemiro se fue de rositas. Se pasó el calentón y el Real Madrid la volvió a tener. Otra vez Karim remató arriba un centro medido de Fede Valverde.
Ambos equipos estaban tanteándose sin fiarse del otro como el PSOE y Podemos. Cada uno a lo suyo: el City a tocar el violín y el Real Madrid a tocar el trombón. Vinicius desafinó en un remate de volea dentro del área en el minuto 18 que perfectamente pudo haber sido el 1-0. El Bernabéu comenzaba a agitarse. Respondió el City un minuto después en una ocasión clamorosa de Bernardo Silva, que fusiló a Courtois. Pero Courtois es mucho Courtois y metió una mano soberbia que evitó el 0-1.
El City aculó al Real Madrid, que se confinó en su área. Y cuando el Madrid se mete atrás, pónganse a rezar a San Courtois. La tuvo Gabriel Jesús en el 21. Su disparo envenenadísimo saludó por fuera al palo izquierdo del meta belga. El Bernabéu contenía la respiración en los momentos de más agobio del Madrid.
Kroos botó una falta en el 25 que el flequillo de un jugador del City desvió lo justo para evitar el gol. Respiraba el Madrid tras el apretón del equipo de Guardiola. Y el partido volvía a sufrir un parón. Pero otra vez los de Pep se los pusieron de corbata al Bernabéu con una volea de Foden que sacó Courtois tras esquivar un bote criminal.
En el 42 de nuevo Benzema la tuvo en el mano a mano con Ederson y de nuevo la echó arriba. Menos mal que la jugada estaba anulada por fuera de juego. Se fue consumiendo el tiempo hasta el descanso no sin un par de córners a favor del City. Eso sí, no se alteró el 0-0, por lo que el Real Madrid seguía en el partido y a un golito de la prórroga.
Y los de Ancelotti salieron a por él por la vía rápida. Una incursión de Carvajal que remató arriba Vinicius fue el primer aviso del Real Madrid nada más regresar del descanso. Se esfumó el 1-0 pero el Real Madrid había tocado a rebato y el Bernabéu lo sabía. El éxtasis se apoderó del estadio madridista, espoleado porque su equipo había entrado en trance. Temblaba el City. Pep se frotaba la calva como si fuera una lámpara maravillosa en busca de una solución.
Se calienta el Madrid
El Real Madrid, en pleno calentón, agitaba a su público y zarandeaba a un City que había perdido la pelota. Resistió como pudo hasta alcanzar la hora de partido. Vinicius se pegó un par de galopadas en las que eligió mal en el último pase. Tanta carrera acabó por reventar a Walker, que dijo basta pero de mentirijilla.
En el 67 le sonó la alarma del Nokia a Ancelotti y metió a Rodrygo por Kroos. Mantuvo a Valverde más por sus pulmones que por sus pies. El técnico del Real Madrid lo fiaba todo a seguir presionando hasta el final. Guardiola metió de golpe a Gundogan y Zinchenko por De Bruyne (sí, sí, por De Bruyne) y Walker. La jugada le salió bien a Pep, que se encontró con un gol en el momento justo. Lo marcó Mahrez tras una gran jugada cocinada por Gundogan y Bernardo Silva.
Sopapo de Mahrez
Era el 74 y al Real Madrid le quedaba un cuarto de hora más el alargue para enloquecer el partido y lograr dos goles que le dieran la prórroga. Ancelotti metió a Camavinga y Asensio por Casemiro y Modric. Así que Carletto había quitado a la vez a Casemiro, Kroos y Modric. Era el más difícil todavía, pero el Bernabéu no iba a rendirse con facilidad.
Guardiola metió a Grealish por Gabriel Jesús. Las caras de los jugadores del Real Madrid no eran precisamente de remontada. El equipo buscaba una chispa que prendiera la llama pero le estaba cayendo un chaparrón. Benzema en el 81 tuvo otra ocasión que desbarató Ederson. De nuevo, eso sí, estaba en fuera de juego. La impotencia empezó a apoderarse primero del equipo y luego del Bernabéu, consciente de que no siempre que se invoca la magia, la magia aparece.
Grealish tuvo un par de ocasiones para sentenciar al Real Madrid, pero primero Mendy y luego Courtois evitaron males mayores. Y entonces el Bernabéu entró en trance cuando Camavinga la puso, Benzema la echó al área y Rodrygo se adelantó a Ederson para poner otra vez la eliminatoria a un gol de la prórroga.
El Bernabéu entra en trance
El manicomio, bendita locura, se volvió a apoderar del Bernabéu en el 91. La puso Carvajal al segundo palo, la prolongó Marco Asensio y la remató Rodrygo, que sellaba un doblete imposible en tres minutos y hacía enloquecer al Bernabéu, que ya acariciaba la prórroga en los minutos del descuento. Tuvo el Real Madrid hasta dos ocasiones para hacer el tercero, pero lo evitó Ederson, que sostuvo a un Manchester City que acabó el partido sonado.
Lo que ocurre en el Bernabéu es inexplicable. Otro día trataremos de resolver este bendito enigma, pero ahora toca contarles la prórroga. El Real Madrid, espoleado por la enésima remontada, apretó al City, que no se lo creía. Emergió un gigantesco Camavinga, que remontó La Castellana y asistió a Rodrygo, que se la puso a Benzema, embestido por Rúben Dias. Penaltazo.
Fue Benzema hacia los once metros. Ederson trató de ponerle nervioso, pero Karim ejecutó la pena máxima con la precisión de un neurocirujano. El Real Madrid, aunque no se lo crean, estaba en París. Aunque aún quedaba prórroga para seguir sufriendo. O disfrutando. El City trató de estirarse, pero el Madrid resistió con todo y con todos. Ancelotti metió a Ceballos por Benzema en el minuto 103. El Bernabéu se vino abajo.
Al Real Madrid le quedaba aún un rato de sufrimiento. Pero estaba Courtois, que sacó un paradón al cabezazo de Foden justo antes del descanso de la prórroga. Fernandinho, solito en el segundo palo, tampoco supo empujarla. Respiró el Bernabéu, que pasaba de la euforia al susto en un instante.
Todavía quedaba la segunda parte de una prórroga de infarto. El City fue a la desesperada y Militao, que estaba roto, aguantaba como podía mientras Vallejo estaba listo para suplirle. Y el banquillo le advertía a Ancelotti que aún podía sacar a otro jugador extra. Los minutos pasaban ahora a favor del Real Madrid. Entraron de golpe Lucas Vázquez y Vallejo por Vinicius y Militao, ambos tiesos como la mojama.
El Bernabéu aguantó hasta el final, igual que el Real Madrid, con un equipo plagado de niños y suplentes. Se confirmó otra remontada épica, maravillosa, kafkiana, heroica, bellísima de un equipo que tiene un idilio con la Copa de Europa que es, posiblemente, la historia más bonita del deporte jamás contada. Y todavía le quedan muchos capítulos.